Aunque
la noche es gélida se pueden ver como parpadean las luces de la ciudad de
Teruel detrás del cerro que ocupan los nacionales. El frío ha entumecido mis manos y casi no puedo sostener el lápiz
entre mis dedos, pero así y todo consigo empezar a escribir la segunda parte de
nuestra historia sobre las arrugadas hojas de mis cuadernos. Solamente me falta
rematar los esquemas de los últimos dos, o tres capítulos y cuando lleguemos a
Teruel espero tener más de la mitad de la novela escrita. Desconozco si llegaré
a ver la ciudad de los amantes porque los rumores apuntan a que nuestro batallón
seguramente se espere en el Mansueto para contener al ejército nacional. Espero
que no se cumplan y podamos ver, por fin, la ciudad de Teruel.
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