La tarjeta de nocturnidad

Foto: Arxiu Municipal d´Alcoi

Con la guerra en marcha la Junta Local de Defensa Pasiva tuvo que decretar una serie de normas para la seguridad de los propios ciudadanos.

Tapar las ventanas por las noches, cambiar las bombillas de las farolas, los refugios, etc. Una de tantas, fue la necesidad de saber cuántas personas transitaban por la noche las calles de la ciudad. En cierto modo, tenía su lógica: si  por una casualidad hubiese un ataque aéreo nocturno, podían saber quién estaría recorriendo las calles en ese momento. El día 29 de octubre de 1936 en el periódico La Gaceta de Levante se publicaba la siguiente nota:

El Departamento tiene la necesidad de adoptar algunas precauciones sobre la circulación de ciudadanos por la noche. Esta nota se dirige a todos los Comités de Sindicatos o de Control, a todos los de entidades específicas y a los de Cuartel”. 

La respuesta por parte de los diversos organismos no tardó en producirse. Decenas de cartas, mecanografiadas en su mayoría, demandaban centenares de credenciales para todo tipo de actividades: desde desplazarse del trabajo a casa, o viceversa, hacer encargos o realizar todo tipo de repartos. Para poder regularlo, se imprimieron tarjetas que acreditaban la autorización para trasladarse sin problema alguno por la población, siendo exigidas por los guardias nocturnos. Nuestro protagonista, Miguel, no dispondrá de tal documento y arriesgará su libertad recorriendo las calles, sorteando la azulada luz de las farolas, intentando no ser descubierto.



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