Descorre
las dos puertas hacia ambos lados y penetra en su despacho que posee en su
propia casa. Sentándose
en el sillón, se allana la corbata azul oscuro con sumo cuidado.
Rebusca en el
primer cajón la caja de puros habanos, rozando con los dedos la pistola Astra-Unceta
400 que atesora desde que se instauró la República. No se fía
de nadie. Ni si quiera de la camisa blanca, con los puños perfectamente planchados y
rematados con gemelos dorados, que lleva puesta. Saca la caja de madera dejándola
encima de la mesa y la abre exhalando el suave aroma de los cigarros. Busca el
reloj de mano y lo mira. Las
nueve en punto de la mañana. Se nota la cabeza enturbiada debido a las pocas
horas de sueño. La partida de la noche anterior, se alargó hasta la madrugada.
Se enciende el puro y saborea el humo, rememorando aquellos años en los que apostar
dinero en las cartas, estaba totalmente prohibido. Le
invaden la mente imágenes de aquellas veladas en las que eran sorprendidos por
la policía en plena partida. Solamente unos pocos, conocen el pasado oscuro que
esconde el poderoso empresario. Llaman a la puerta. Don Alfonso, espera una visita de negocios de la que desconoce por completo su verdadero cometido.
Comentarios
Publicar un comentario