Avances en el frente




Antonio está sentado en el suelo, apoyando su espalda sobre los polvorientos sacos de tela que nos protegen de los fusiles nacionales. El amanecer empieza a hacerse hueco entre la suave oscuridad. Las noches son claras debido a que la primavera ya está llegando a su fin. Observo, entre un pequeño hueco, las maravillosas vistas que nos brinda Puerto Escandón. De repente me pregunta cómo llevo mi trabajo. Si he avanzado mucho. Dejo de observar por el agujero y me siento igual que él. Le respondo que sí. Entre guardia y guardia aprovecho todo el tiempo que puedo para revisar anotaciones, preguntar al resto de milicianos y continuar montando los capítulos que compondrán la historia del batallón. Le confirmo que ya llevo más de la mitad de los esquemas terminados, así que ya queda muy poco para que empiece a escribir la continuación de La guerra de los dos senderos. Y, a propósito de escribir, aprovecho y le pregunto si ya se ha decidido a enviar alguna carta a sus familiares. Me mira. Sonríe. Sin responderme se levanta en busca de su relevo para terminar otra aburrida noche de guardia.

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