Tras los pasos del 328 II Parte



El autobús ronronea al subir la empinada cuesta. Al final me he decidido por acompañar a los milicianos, aun sabiendo que es peligroso. Desde el autocar se pueden entrever las líneas enemigas. Últimamente nos suelen saludar con su cañón del cinco y somos conscientes de que nos puede alcanzar, en cualquier momento, uno de sus proyectiles. El silencio se apodera en el interior del vehículo donde solamente se oyen los chirridos y crujidos con cada tumbo que da en su lento avance. El miedo se apodera de cada uno de nosotros y sabemos que, quizá, puede que no lleguemos enteros a los parapetos.

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